Bandido
Bandido, tú no llores
Bandido, tú eres guapo
que sí, que tú eres bueno
Bandido, no llores, ven.
y Bandido la escuchaba
cansado, casi sin fuerzas.
Ella lo acariciaba, lo abrazaba
con toda la ternura del mundo.
Ella consoló sus últimas horas.
Bandido, tú no llores, le decía
tratando de darle aliento.
Y Bandido se marchó,
seguro que al cielo de los perros.
No lloró, era el perro guapo de mi niña
el perro bueno de mi niña.
Era su cahorro, Bandido.
Sevilla a 9 de julio de 2007.